Reflexión sobre la conferencia de Juan Mata Anaya
La lectura ha de ser un pilar básico de la
educación integral y académica de una
persona, por los beneficios que aporta, en palabras de Juan Mata “Aprender a leer es importante porque gran
parte de la vida personal se va a ver influenciada”. Y es que a través de
la lectura, aprendemos a expresarnos mejor, a comprender mejor a otras personas,
a ser más creativos y críticos con lo que nos rodea… y en definitiva, a
comunicarnos haciendo uso del lenguaje. Es por ello por lo que como maestros
tenemos que educar el deseo a leer, partiendo de que somos lectores ya que a
juicio del escritor “De personas no lectoras
no se forman lectores.” Nuestra responsabilidad es ir más allá del en
entorno escolar, es crear un hábito de lectura, que garantice una buena
formación de nuestro alumnado.
Algo que nos preocupa a todos y que el escritor
destacaba, es que “La base del fracaso
escolar tiene relación directa con el uso del lenguaje, no en la voluntad del
alumno... ¡Ningún niño quiere fracasar! “. El sistema premia a los que van más
rápido y castiga a los más lentos, favorece a los que dominan el lenguaje y entorpecen
a los que más lo necesitan. Y es que la educación también la conforman las
familias. Todos sabemos que el trabajo de las familias forma el capital cultural
del niño. Cuando un niño entra en la escuela lo hace con un capital formado por: experiencias culturales, lectura de libros, uso del lenguaje; gracias entre
otras cosas a la dedicación y tiempo de padres a sus hijos, favoreciendo un
entorno lingüístico enriquecedor, del que desgraciadamente no todo niño puede tener. Por
lo que existen casos en los que no hay un dominio del lenguaje que se exige en
la escuela, estos niños no comprenden, o se encuentran dificultades a la hora de entender
al maestro, seguir las explicaciones y aprender. Este es el inicio de dificultades que si no se superan desenvocan en el fracaso escolar…Por eso, ante niños con un capital empobrecido, una de nuestras
prioridades como maestros es que “tenemos
que hacer que las diferencias sociales no repercutan en las diferencias
escolares”, si no lo conseguimos no estamos a la altura de la educación de
hoy en día. Más que cualquier otra cosa, enseñarles a los niños la competencia lingüística, o dicho de otro modo, de tener palabras para expresarse, de
tener la posibilidad de decir lo que quieren y que los demás les comprendan es
básico, es darles las herramientas para vivir y poder desarrollarse como personas... haciendo que la labor del maestro adquiera el sentido
que se merece y la educación su significado.
Para crear lectores, el escritor nos invita a
esforzarnos por buscar y descubrir qué libros despiertan interés de los
alumnos y exponérselos para cautivarlos con las historias que contienen. El
libro que lee un profesor en voz alta, es un libro que capta a un niño. “El lector se consigue más que por los
ojos por los oídos.” Señala el escritor. Defiende así el poner libros a
disposición de los alumnos para que ellos elijan los que más les gusten, en lugar de hacer lecturas obligatorias que lo determina como aberración. Insiste
además en la realización de lo que se conoce como tertulia dialógica, en la que
los alumnos después de leer sus libros los comparten y cuentan sus experiencias
ante sus compañeros, y eso, es lo que para él crea a verdaderos lectores.
El autor concluye con que la educación la hace exclusivamente los maestros
y maestras. Las leyes no hacen que una clase funcione bien o no, a veces la favorecen
o la dificultan pero son en última instancia los maestros los que educan y los
que se enfrentan a los niños cada día. Es su responsabilidad por lo tanto, responder
a todos los alumnos de la mejor manera posible, buscando la curiosidad en ellos
y la fascinación por leer en el colegio y en casa, construyendo así,
puentes entre familia y escuela, pero también enseñando a que niños y niñas los
construyan por ellos mismos, permitiendo que todos puedan y sepan llegar a
donde se propongan en sus vidas.